Por: Deyvi Saavedra Ordinola
Docente del Área de Innovación, Comunicación y
Emprendimiento
Foto: Mercado Negro
La
industria de la moda atraviesa nuevamente años de grandes retos. Ya no basta
las iniciativas bonachonas para mitigar su contaminación apabullante ni vetar
pobremente sus prácticas abusivas en lo laboral y en el manejo indiscriminado
de las tradiciones culturales propias de pueblos y etnias. Todo ello ha
merecido ahora extensas denuncias y repudio que cuestan la credibilidad de sus
grandes firmas y finalmente la sostenibilidad económica del negocio.
Nosotros,
los consumidores, somos más críticos e incisivos al momento de elegir una
marca, una colección o una vestimenta concreta. Cientos de nuevas propuestas
vienen ganando terreno en los mercados y los escaparates, impulsadas por un
serio y genuinamente comunicado interés por la protección ambiental, el
comercio justo, la innovación en materiales y la personalización de prendas
duraderas.
Esta
creciente realidad viene escalando en nuestro país, tanto a nivel de propuestas
como de la demanda por ellas (encontramos Estrafalario, Antarki, Insecta, Evea
Eco Fashion, Kuna Arafish, etc.). Sin embargo, estamos ahora mismo envueltos
en una transformación que sobrepasa a esta y todas las industrias. Diríamos
que llega a trastocar la propia definición de lo humano en planos tan complejos
como el arte o las emociones: es la aclamada inteligencia artificial.
¿Cómo
afecta la inteligencia artificial a la industria de la moda? Esta pregunta se
viene formulando desde hace buen tiempo decenas de investigadores, estudiosos,
curiosos y protagonistas de cada sector económico que conforma nuestra
sociedad, y es momento de pensarla y dar luces para el caso del diseño de
modas. Ya no se trata sólo de impresión 3D (que ya es “bastante” innovación
para ella). Supone algo más profundo.
En
efecto, la IA está potenciando diferentes áreas y componentes de la industria:
tenemos ahora herramientas de diseño y creatividad que a punta de algoritmos
permiten generar diseños basados en las preferencias de los usuarios y las
tendencias actuales. Es más, empresas como Heuritech pueden predecir tendencias
con años de anticipación gracias al análisis de millones de imágenes con IA.
Así
mismo, estamos viendo cambios en el corazón mismo del diseño. Como
herramienta, los artistas pueden emplearla y desarrollar nuevos bocetos y
prototipos, así como volver realidad prendas que la propia IA ha generado
íntegramente. Y ni qué decir de lo que está provocando en personalización de la
experiencia del cliente: podemos ver prendas 3D en la web y probárnosla. Si no
nos gusta, nos puede recomendar todo tipo de alternativas según nuestros
gustos, explícitos u “ocultos”.
Los
chatbots y los desfiles virtuales ya son parte del diario. La atención del
cliente y la moda digital son cada vez más efectivas en sus objetivos gracias a
la IA. Y en el plano de la cadena de suministro, ha optimizado sus procesos
e inventarios, reduciendo desperdicios y mejorando la eficiencia.
Definitivamente, aporta y mucho a la tarea descontaminante en un planeta cuyo
cambio de temperatura ya nos pasa catastróficas facturas.
Sin
embargo, hay miedos también en relación con la IA y la moda, siendo una
de las mayores la automatización que llegue a tal nivel que provoque el
desplazamiento masivo de empleos humanos en el sector (¿Fiel recuerdo de cómo
la revolución industrial desplazó a los gremios artesanales para instalar sus
máquinas?). O la privacidad de datos personales que entregamos para probarnos
algo (¿Estamos seguros que la información personal -incluída tallas, formas
corporales, color y hasta patologías- serán usadas únicamente para aquello que
se entregó?).
La
seguridad de datos es algo en lo que debemos trabajar
para garantizar el uso debido por parte de los aplicativos y sus empresas, que
deben garantizarnos su fortaleza ante ciberataques. Y a esto se añade el sesgo
propio de los algoritmos, que podrían reproducir y perpetuar decisiones
discriminatorias en la gestión de riesgos biológicos y en aplicar equidad o
pertinencia.
¿Cómo
saber si quién diseña es la IA o el artista que la maneja?
¿Cuáles son los límites de la herramienta y la relación creativa y laboral que
debemos tener con ella? ¿Veremos pronto la apertura de marcas cuyos “dueños”
sean los algoritmos y prompts? (¡Bienvenida la IA Fashion Week) ¿Esto es
necesariamente malo?
El debate
se encuentra aún fresco en argumentos, tanto en el lado positivo y propositivo,
como en el negativo y trágico. Ya contamos por el momento con bases de
reflexión filosófica que nos indican que es completamente válido que las
máquinas -la IA- pueda ser autora de obras de arte. Y la reflexión y
análisis siguen adelante, no tanto como debería estar la regulación y
supervisión.
Finalmente,
estamos ante una tecnología que, aunque pareciera que crece geométricamente, tiene
grandes limitaciones y sesgos propios de quien la viene construyendo: el ser
humano. En nuestra praxis con ella y las proyecciones sobre nuestro
quehacer potenciado con IA tendremos que ir hilando la prenda que mejor nos
ayude a exhibir lo verdaderamente beneficioso de ella para nuestro desarrollo y
bienestar.
¿Qué
piensas al respecto? ¿Qué te plantea Chat GPT y que te planteas tú antes esta
nueva dinámica? Estoy atento a tus ideas sobre la relación IA y moda.
Nos
leemos.
Posdata:
Este artículo usó provechosamente una
aplicación IA. En este caso, se trató de Perplexity, muy recomendable para
análisis e investigación.